Joan B. Townsend, una antropóloga y profesora canadiense especialista en la gama de
nuevos movimientos religiosos y actividades de la “Nueva Era” en Occidente,
define el neochamanismo como un movimiento “que combina aspectos específicos
del chamanismo tradicional, procedente de diversas sociedades alrededor del
mundo, con un nuevo complejo de prácticas y creencias”. (1)
En su ensayo “Neochamanismo y el movimiento místico
moderno“, que a mi juicio tiene un destacado lugar en la valiosa
compilación de Gary Doore: El
viaje del chamán, curación, poder y crecimiento personal, Joan Townsend
segura que el neochamanismo está ejerciendo una gran influencia en la mísitica
moderna:
Este resurgimiento tiene lugar primordialmente en un
pequeño pero importante segmento de la población que experimenta una nueva
espiritualidad caracterizada por su interés en sistemas religiosos no
occidentales. Y resulta especialmente significativo este interés por cuanto
incluye gente educada, de clase media alta, personas que ocupan posiciones
desde las que pueden influir, a su vez, sobre las ideas y tendencias de su
sociedad. En dicho grupo se están redefiniendo y modelando distintos sistemas
de creencias que cobran apariencia de un nuevo movimiento místico. (1)
En este sentido, ella destaca los trabajos de Michael
Harner con los chamanes sudamericanos, los de Peter Furst y Barbara Myerhoff
sobre el chamanismo huichol en el norte de México y los polémicos estudios
de Carlos Castaneda, sobre su aprendizaje con el chamán-brujo yaqui
llamado don Juan, también en el norte de México. Y aquí yo incluiría también
los estudios de Josep Maria Fericgla, aprendiz de los shuar (jíbaros)
ecuatorianos; los de Jacobo Grinberg-Zimmerman,
seguidor de Pachita y otros chamanes mexicanos; y los estudios de por lo menos
dos de los destacados discípulos de la mítica oaxaqueña María Sabina, que son
los doctores Salvador Roquet y Richard Yensen.
Para Joan Townsed, lo fundamental del chamanismo
“es el acceso a una realidad alternativa, distinta a la realidad cotidiana en
la que todos funcionamos”, donde el chamán es capaz de penetrar a voluntad y
realizar cosas que afecten directamente la realidad ordinaria, con ayuda de
espíritus, guías, maestros sin cuerpo físico o animales de poder. Hasta aquí
señala coincidencias, sin embargo le parece que las diferencias comienzan en la
búsqueda de trascendencia que caracteriza a los neochamanes, en su forma de
integrar los conceptos de la medicina occidental con la sabiduría de la
medicina tradicional y en general, en el hecho de que las ideas de un neochamán
son mucho más eclécticas que las de un chamán clásico.
Muchos neochamanes son individuos en busca de
trascendencia, que no suelen afiliarse a organizaciones duraderas o claramente
definidas, como las iglesias o los grupos de “culto”. En realidad, sus “grupos”
no son más que pequeñas aglomeraciones de gente que se reúne en talleres y
asambleas locales. Estos grupos, raramente dotados de una estructura social,
son amorfos y relativamente de poca duración. La gente participa con frecuencia
en varios grupos de este género simultáneamente, en uno de los cuales puede que
se haga hincapié en el neochamanismo, en otro en la curación, en otro en el
desarrollo psíquico y en otro en sesiones espiritistas. [...]
A veces los neochamanes utilizan técnicas del
chamanismo clásico para curar, tales como la de succionar para eliminar el
objeto intruso en esta realidad y en la realidad alternativa, o la de viajar a
la realidad alternativa para rescatar un alma perdida o un espíritu de poder.
Sin embargo, su interpretación de la enfermedad es más amplia. La mayoría
acepta la teoría de los gérmenes, así como otros modelos occidentales
contemporáneos sobre las causas de las enfermedades, y reconoce el valor de las
técnicas de la medicina moderna. En la mayoría de los casos, la curación
chamánica (psíquica o espiritual) se considera adjunta a la medicina
occidental, más que una opción alternativa. No obstante, existe un
sentimiento, compartido por los miembros del sistema de creencias neochamánico
y los del movimiento místico en general, de decepción con respecto a la
medicina convencional. Se respetan los éxitos alcanzados por la medicina
occidental, pero son muchos los que opinan que ha ido demasiado lejos. Con
frecuencia se perjudica a los pacientes, en lugar de ayudarles. (1)
En su
completo ensayo, Townsed advierte que gran parte, los neochamanes, los
videntes, los espiritistas y los curanderos, tanto hombres como mujeres,
practican las mismas actividades y comparten las mismas creencias por lo que
hoy en día resulta peligroso establecer una distinción rigurosa entre “chamán”
y “no chamán”:
Técnicas tales como la imposición de manos, la
curación del aura, la curación por meditación a distancia y con la asistencia
de ayudantes espirituales, o los viajes chamánicos y la extracción de la
enfermedad, se consideran como suplementos útiles a las terapias ortodoxas. A
veces éstas pueden triunfar donde ha fracasado la medicina convencional y curar
a paciente desahuciado. La curación no es sólo física. Incluso cuando no se
cura la enfermedad física, la curación del espíritu y la armonía del paciente
consigo mismo y con “el universo” se consideran de una importancia igual o
mayor. [...] Claramente, la línea que separa a los chamanes tradicionales
y neochamanes contemporáneos por una parte, de los videntes y espiritistas por
otra, es sumamente sutil. (1)
Otras coincidencias que Joan señala entre el
neochamanismo y el movimiento “nueva era” se hayan en “el supuesto esencial de
que todo está interrelacionado”, lo cual conduce a un enfoque profundamente
ecológico en el neochamanismo, “reminiscente de las primeras creencias
hippies”, y a la idea recurrente de la necesidad de un “despertar espiritual
colectivo” que detenga no sólo el deterioro ecológico, sino los problemas
derivados de las desigualdades sociales y la violencia entre grupos raciales y
entre naciones. En este sentido:
Se considera
que el trabajo neochamánico constituye un instrumento para poner fin a dichas
pautas y dirigir el rumbo del desarrollo humano hacia la supervivencia, en lugar
de la destrucción. [...] Existe también una esperanza y una fe compartidas en
que cuanta más gente ingrese en dicha espiritualidad, mayor será la
probabilidad de efectuar un cambio en el mundo, que lo convierta en un lugar
mejor y más seguro donde vivir. La unión de todos los pueblos puede convertirse
en realidad y la paz en un hecho consumado. Es preciso que tenga lugar un
despertar espiritual y éste es el fin al que se encamina la totalidad del
movimiento místico. (1)
Por último, Townsend se refiere al futuro del
neochamanismo y descarta la posibilidad de que sea sólo una moda “instantánea”
de consumo en Occidente. Frente a las críticas que señalan que el éxito del
neochamanismo encarna el vacío y “la superficialidad de gran parte de la
sociedad actual de supermercado que demanda versiones abreviadas de
trascendencia espiritual”, la autora cita a Michael Harner, quien respondió con
las siguientes palabras a las críticas dirigidas contra sus “cursos intensivos”
sobre chamanismo, poco después del accidente de 1986 en la central nuclear de
Chernobyl, en la Unión Soviética:
…si las
grandes naciones del mundo trabajan día y noche en sus propios cursos
intensivos para nuestra aniquilación mutua, no podemos permitirnos ir más despacio
en nuestro trabajo en dirección opuesta. La pausada enseñanza que fue posible
en las antiguas culturas tribales ha dejado de ser apropiada. Las fuerzas de
destrucción nuclear y ecológica avanzan apresuradamente, y también debemos
hacerlo nosotros. Es preciso despertar a la gente, o puede que duerma
eternamente. Y no sólo es preciso que despierte al conocimiento de la realidad
ordinaria, por importante que ésta sea, sino a una comprensión personal,
profundamente espiritual, de la interconexión de todo lo existente. Trabajemos
unidos y tan rápido como podamos. (19)
Según Townsend, la respuesta de Harner es típica de
los sentimientos de muchos miembros del neochamanismo y del movimiento místico
en general:
Es posible
cambiar radicalmente la actitud y por consiguiente el rumbo de la historia
mundial por medio del trabajo místico, conforme prolifere entre la población
del planeta. Sin un cambio de rumbo importante, el mundo se encamina a la
destrucción. Por el camino de la mística y conscientes de la unión de todo
cuanto existe, se conseguiría un mundo nuevo y mejor en esta realidad, además
de la paz que aporta la trascendencia. [...] El chamanismo posee
importantes verdades místicas y el potencial de experiencias trascendentes que
mucha gente en la sociedad occidental anhela con ahínco. [...] Así pues, creo
que el neochamanismo y el resto del movimiento místico no constituyen una moda
pasajera de una sociedad seglar y consumista, sino que suponen una tendencia
importante, en potencia, capaz de cambiar radicalmente las creencias de la
sociedad occidental. (1)
1. Doore, Gary (compilador): El Viaje del Chamán: curación, poder y crecimiento personal, Kairós, Barcelona, 1998.
FUENTE:
http://mind-surf.net/que-es-el-neochamanismo/
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